En el Día Internacional del Personal de Paz de las Naciones Unidas (29 de mayo de 2012)
rendimos homenaje a los 120.000 integrantes del personal de mantenimiento de la paz que
presta servicios en 17 misiones, en algunos de los lugares más inestables y peligrosos del mundo.
Es bueno recordar
a los que se han dejado la vida
en el camino de la muerte.
La memoria es el fragancia del yo.
Ellos querían la paz,
rebosaban amor y vertían ilusión.
No tenían armas, sólo tenían el alma.
El alma en pie de luz para alumbrar.
Sonreían con los brazos abiertos.
Buscaban la paz como cautivos.
Querían la paz antes que el pan.
Deseaban ser la paz en el camino.
Porque la paz hay que hacerla juntos,
primero conmigo mismo,
luego contigo y con el siguiente,
sin imposición de nadie
y con la concesión de sentirse libre.
El ejemplo de los caídos por la paz,
nos evoca su lucha por la justicia,
su batalla pacifista por la libertad,
su amor siempre dispuesto para amar.
Estas gentes no solo hablaban de paz,
fueron la paz en el silencio que les evoca,
vivieron en paz y en paz se fueron,
quisieron volver amigo al enemigo.
Amaron mucho y mucho dieron,
su propia vida y la vida de los suyos
pusieron en donación, con la esperanza
de hallarse en el orden de prelación,
del afectivo verso y la verdad efectiva.
No basta ser el poeta, hay que ser la poesía.
El poeta describe la paz e inscribe el sueño.
La poesía vive la armonía y revive lo armónico.
Armonizar el acercamiento es norma de paz.
Por ellos, por los caídos, este poema.
Un poema que palpita vidas,
vidas que se fueron sin palabras,
palabras que son el anhelo reencontrado.
Si hay armonía para el camino,
estos héroes con su hazaña lo han trazado,
han hecho de sus vidas una vivencia de paz.
Su recuerdo nace del deseo y vive de la pasión.
Son mujeres y hombres de paz
que han trabajado con desvelo y afán,
poniendo la razón al servicio del desconsuelo,
y reponiendo caricias, donde hay golpes.
Víctor Corcoba Herrero -Granada (ESPAÑA)-
Publicado en la revista Arena y cal 194
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