Aquella tarde llegaste sin avisar,
oscura como siempre,
me cogiste entre tus brazos
para que bailase contigo el último Vals
y me entregué a ti
con la lucidez del cuerdo
y la locura del loco,
con la pasión del amante
y el miedo del infiel,
con la valentía del guerrero,
y la resignación del sirviente.
Con la sabiduría del sabio
y la ignorancia del inculto.
Todo habitaba en mí
menos la nostalgia.
El amanecer llegó y tú te marchaste
hoy solo habitan en mi:
una certeza
y el presente.
Gabriel Gil
Publicado en Rick´s café
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