De los montes a la loma,
más allá de la ladera de la montaña en la cima,
más allá de la pradera y del trigo junto al río
era hermosa tu sonrisa. Era de miel tu boca
y tus ojos eran brisas radiantes como alborada.
Se me pegó tu piel, como dermis a mis venas,
Acacia de mis amores!... No me esperes en la encina!
Prohíbele a tu regazo hacer nido de mis pasos,
aunque haya quedado insensible a los vientos y a la lluvia
la huella de mi secreto, de tu risa y mi silencio
y del eco que aún se queda y que el viento no ha borrado
en la duna del destierro donde mi calor se cuece
del misterio de tus ojos...
No me esperes en la encina si aún se mece con la brisa
el aroma de aquel beso que tú me diste al partir,
cuando a mi aliento le diste el derecho de soñar,
junto a tu sueño volar en los insomnios del viento
de las praderas y el mar...
Prohíbele a mis ensueños que no te encuentre mi vuelo,
y más allá del ocaso si aun encuentro tu camino
que me reserve el destino zarzas de los gandules
y espinas de los abrojos hagan regazo en mi nido...
Y si aun así, a mi lado siempre estás
y mis alas se renuevan después de tantos veranos
y de inviernos inclementes,
Acacia de mis amores, déjale al rayo el reflejo
de su ternura de fuego, sin clemencia y tolerancia
ábrase con fuego eterno nuestros sueños en la cima...
No me esperes en la encina, Acacia de mis amores!
Ricardo Flores Joya -El Salvador-
No hay comentarios:
Publicar un comentario