Flores en las manos
crecen, maduran,
y no se marchitan nunca.
Honrar cada mañana
al sol, al aire y a la brisa,
que con cautela se derraman.
Observar como un niño,
con inocencia y ternura,
el día que se acaba.
Entregar ramilletes de luz
que en la noche alumbran
hasta la llegada del alba.
Flores en las manos
brotan espontáneas
y no se marchitan nunca.
Mercedes Tormo Muñoz
Publicado en Acantilado de papel
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