Desde cuando leí el libro de Oscar Wilde:
"El retrato de Dorian Gray"
dejé de preocuparme por los años que cumplo,
las canas y las arrugas.
Tenía un espejo que se arrugaba,
le salían canas y se volvía más viejo,
cada vez que lo miraba.
¡Qué pena con el espejo!
También mis penas, mis angustias
y mis deudas le traspasaba.
¿Sería por eso que estaba tan ajado,
tan jorobado y tan arruinado?
Un día, en la última mirada el espejo se rompió.
Qué pena con el viejo espejo.
¡a la basura canejo!
Compré uno nuevo, brillante, lozano,
lucía colgante y de alegría rebosante,
mi hija lo probó, en el se miró
y al instante su linda imagen,
el espejo, consecuente y orondo, reflejó.
Se miró mi esposa y ya no estuvo tan contento.
Pero al mirarme yo en el espejo,
al instante envejeció
y de nuevo ajado, con tantas arrugas,
penas, deudas y canas,
el espejo nuevo también se rompió!!!
Angel Ignacio Chacón Aquino
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