Abandonada a su dolor, un día
en que la sombra la envolvió en su velo,
me dijo el corazón que ella vendría
en el milagro espiritual de un velo.
Abrí los pabellones solitarios;
iluminé los vastos corredores;
quemé la mirra de los incensarios,
y el frío mármol alfombré de flores…
Llegó, cansada de volar…Yo dije:
- Alma, mujer inspiradora, rige
- mi vida entera para siempre. Arde
como la mirra el corazón que inmolo…
¡Amor no llega demasiado tarde
A quien se siente demasiado solo!
Agustín Acosta (Cuba)
Publicado en Pensamiento poético
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