Yo era aún un muchacho cuando vi por primera vez el tren...
aquella mole interminable de hierros herrumbrosos
rodando sobre dos líneas paralelas sin principio ni fin;
y un ruidoso y humoso armatoste que iba en cabeza dando silbidos...
Yo era apenas un chiquillo
con mi cabeza llena de ilusiones y fantasías...
de cuentos de dragones que echaban humo
y escupían grandes bocanadas de fuego por sus fauces...
Otros muchachos mayores y más avispados,
me explicaban a su manera y con mil fantasías,
el origen y desarrollo de aquello que para mí era
un temido y a la vez curioso monstruo...
Cuando se acercaba le poníamos una pequeña moneda
de cinco céntimos sobre aquellos, que más tarde supe
que le llamaban rieles y nos escondíamos asustados...
cuando ya estaba bien lejos volvíamos a recuperar nuestra moneda...
¡oh, que sorpresa... se había hecho inmensa...!
También me convencieron que debía subir a este
tremendo artefacto, desde Parchite a Ronda a ver el cine...
otra cosa nueva en mi inexperiencia... yo creo que fui todo el camino
con la boca abierta... pero lo más importante estaba aún por llegar...
y fue cuando se introdujo por debajo de la tierra...
Cuando eres niño; la tierra siempre es plana...
en aquella estación se quedaron los ojos de una niña
que jamas he olvidado... por no perder el tren...!
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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