De una sombra a otra,
nadie sabe que estás escondido.
Pareces crepúsculo de otoño
cargado de tímidos rayos,
marchando por la existencia.
Viejo el rostro del pilar que te sustenta,
se despierta y mira
la hermosa estela que vas dejando.
Quebrados ojos que te admiran,
explotan de amor como ciertos pétalos.
Ven, ven…
Y tu alma vuelve
al sendero que marcó la vida,
abrazando y sonriente,
y los besos que se repiten.
Si me fuera volando,
volando sé acudieras
mientras flores nacieran
a la luz de tu figura.
En el rincón de la sombra
está el hijo soñando.
Sombra que juega.
Sombra que crece.
Sombra que me sigue.
Sombra que me cuida.
Sombra pegada a mi sombra.
¿Cómo no amar a su sombra?
Del libro "Bajo los altos cirros" de
Ana Maria Lorenzo
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