Su mirada tenía la tristeza de los juguetes rotos.
Los rebaños de la gracia no pastaban por sus cabellos
ni manaban las aguas por los riachuelos de su sed.
La rosa de los vientos no orientaba sus pasos.
Había perdido su gramática en la noche del sentido.
Pero las ventanas de su casa permanecen abiertas.
Era un signo. Se escuchaban los sonidos del parque al alba.
La luz del sol caía en los pinos, los bancos y el lago.
Quizá él esperaba el día del nacimiento del niño
cuando palomas bajaran del cielo, con los copos del sueño
en sus blancos picos.
Juan Ángel Torres Rechy -España-
Publicado en la revista Oriflama 30
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