miércoles, 31 de mayo de 2017

KVISH 120


Esta autopista es única. Es la nuestra. La que viajamos en un sola dirección. Pagando peaje
en cada salida. Sólo de ida con varias sendas. Hay estacionamientos para llenar el combustible y
recreamiento. Una salida final, con un letrero que dice: 120. Sí. Nuestro kilometraje marcado en
años de vida. Similar al Kvish 6.
Se viaja cómodo, solo o acompañado. Cada uno a su ritmo. Por la senda de la derecha de
marcha regular, normal. Las otras, más rápidas. Todas ellas seguras. Con buena música se hace más
placentero el viaje. Y si sentimos que el cansancio nos invade, nos detenemos en uno de esos
estacionamientos. Tomamos café y comemos algo que nos satisfaga. Luego proseguimos viaje.
Sucede también que en la mitad del camino (léase en la mitad de nuestras vidas) el motor empieza a
hacer ruidos extraños. Algo pasa y no sabemos qué. Llamamos a la emergencia y vienen a
socorrernos. Nos remolcan hasta el taller mecánico para reparar el desperfecto del motor. Hacen el
chequeo primario y lo reparan. Pasó varias veces. Tenemos experiencia. Pagamos el daño,
respiramos hondo y continuamos nuestra marcha con la consigna de los 120.
A veces, súbitamente, frenamos de golpe. Mala suerte. Un pantcher. Se pinchó la rueda. Ya
pasó en varias oportunidades. Puteamos un poco. Cambiamos la rueda y seguimos.
Otras veces nos cansamos de tanto manejar. Nos duele el trasero. La próxima estación de
servicio hacemos un alto en el camino. Llenamos de combustible el tanque y nuestros estómagos.
Como dice el refrán: "Barriga llena corazón contento". ¡Qué felicidad!
Recuerdo que de jóvenes hacíamos carreras a velocidad, con zig-zag. Nos jactábamos de
pasar a otros vehículos. Ventanillas abiertas. El aire puro y el viento acariciaba nuestros rostros
felices. Todo eso quedó atrás. Hoy ya no. Somos prudentes y cautelosos. Viajamos con la dinámica
del buen confort de modernos autos con el automático y aire acondicionado. O sea, no acelerar
demasiado, imaginando que así demoraremos más en llegar a la salida final. Aunque hay otras
opciones, de salidas anteriores de la que no queremos pensar. Allá donde se planta bandera y no se
cuenta más el cuento. Por suerte, aún lo sigo contando. No pretendo dar consejos a nadie de cómo
manejar. Cada uno con su estilo. Cuidándonos consigo mismos y de los demás que no nos
atropellen. Somos adultos, concientes de nuestras acciones, con experiencias propias.
¡Bendito sea este Kvish 120! Pavimentado como cancha de tenis, sin baches, no sea cosa,
que caigamos en uno de ellos. Son los accidentes imprevistos. A veces mortales. ¡Dios libre y
guarde!

* Kvish = autopista.
Pesaj (Lito) Skudizki
Publicado en Literarte 95

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