sábado, 24 de junio de 2017

CANDADOS DEL PUENTE


Hay un puente, solaz del paseante y mirador de enamorados, que se apoya en Sevilla pero es de Triana. En su baranda, como eslabones silenciosos, mil heraldos prisioneros símbolos del palpitar de unos corazones que latieron al unísono. Son los candados, las promesas de eternidad que un día colgaron amantes como sortilegio para que su amor fuese perenne.
Hoy en el puente se oyen lamentos metálicos. Arrancan los candados. A cada golpe de martillo enfurecido, tiemblan los barrotes del pretil. Hiere el frío cortafrío y el disco de esmeril obcecado en su girar mordiente, hiere. Hieren porque separan.
Chirrían los candados acostumbrados a otros requiebros y cruje y gime el puente todo.
¡Cuántas historias de amor siega el cincel impío.
Obreros laboriosos, sobre un carrillo de mano, arrojan indolentes los despojos. Despojos de cortejos galantes, afectos, ternura, pasión y amores encendidos.
Ruido disonante de sueños, hoy rotos, que ayer querían ser inmarcesibles.
"Hay que quitarlos porque afean", dicen unos que son los que mandan.
¿Podrá algún día el amor a la estética?
El chatarrero, ignorante, compró mil historias de amor. Al peso.

Pepe Bravo (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 33

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