I
El día refresca al atardecer…
Bebe de mi mano el calor,
mi mano tiene la misma sangre de la primavera.
Toma mi mano, toma mi brazo blanco,
toma el deseo de mis hombros delicados…
Sería extraño sentir,
en una sola noche, una noche como esta,
el peso de tu cabeza contra mi pecho.
II
Has arrojado la flor roja de tu amor
en mi regazo blanco,
tengo firme en mis manos cálidas
tu rosa de amor que se marchita rápidamente…
Oh tú, vencedor de ojos fríos,
me apropio de la corona que me tiendes,
la que hace inclinar mi cabeza hacia mi corazón.
III
Vi a mi señor, por primera vez en el día,
temblando, lo reconocí de inmediato.
Siento ahora tu mano pesada en mi brazo ligero…
¿Dónde está mi tintineante risa de doncella,
mi libertad de mujer de cabeza altiva?
Ahora siento su firme brazo alrededor de mi cuerpo
tembloroso,
ahora escucho el tono duro de la realidad
en contra de mis sueños frágiles, frágiles.
IV
Buscabas una flor
y encontraste una fruta.
Buscabas una fuente
y encontraste un océano.
Buscabas una mujer
y encontraste un alma
estás decepcionado.
Edith Södergran -Suecia- Traducción de Hebert Abimorad
Publicado en Periódico de poesía 99
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