Es más cómodo ahora y sin embargo
echo de menos, el largo
y empedrado pasadizo, el cántaro acarreado
de la fuente, la leche
al relente en la ventana
y las negruzcas tinajas del aceite.
Sigo añorando las manos cuidadosas,
que limpiaban la fruta cada día,
que cernían la harina y el azúcar;
que cuidadosamente colocaban
cada cosa en su lugar
correspondiente.
Hay una niña dormida, soñadora,
en este corazón ya decadente,
que aún recuerda los pasos
de la abuela, sus oraciones,
relatos y poemas.
Del libro Diario de un Sueño de
MAGDALENA MARTÍN RODRÍGUEZ -Málaga-
Publicado en Luz Cultural
No hay comentarios:
Publicar un comentario