Mi vecino de la cama de la izquierda es olteano y poeta. Debajo de la almohada tiene escondidos una navaja y un cuaderno de versos. El doctor le ha prometido que el día que cumpla los doce años le permitirá levantarse y caminar. Jenic ă ha anotado con sumo cuidado en su agenda la fecha exacta e, inmovilizado dentro de la escayola, como un pájaro pequeño dentro del puño, aguarda...
...Tiene la cabeza un poco doblada, apoyada en la palma de la mano y está mirando el mar con el ceño fruncido... Sabe el número de buques que se dirigen a Constantinopla; distingue a «ese americano al que le sale humo por todas las chimeneas» y, muy entendido, les comunica a los vecinos el paso de barcos de guerra, a los que clasifica por los cañones y torretas en cruceros, torpederos, destructores o cañoneras.
-¿Te gustaría hacer un viaje por mar, Jenică?
-Claro que me gustaría, ¿cómo no?
-¿Con el vapor «ese americano»?
-No, solo en un barco, como Alain Gerbault.
-¿Cómo has dicho?
-Como Alain Gerbault.
-¿Cómo sabes tú eso?
-Por los periódicos.
También por los periódicos sabe que en La Habana ha habido una revolución y que en la isla de Mallorca están instalando una emisora de radiofonía.
Su curiosidad es notoriamente estética y exótica: se interesa solo por lo que acontece en islas lejanas y de nombre sonoro.
Me ha preguntado si en la isla de Haití hay sanatorios para la tuberculosis ósea y, si no hay, «¿adónde van a curarse los niños papúas?»
La pregunta tiene su sentido; Jenică le daría la navaja que tiene debajo de la almohada a quien le trajera como vecino de cama a un niño papúa, con taparrabos, de pelo ensortijado y un aro de oro en la nariz.
Su cuaderno de poemas no me lo confió hasta que nos hicimos muy amigos, pero «en secreto» y solamente después de prometerle yo no decir lo que había escrito en él «a nadie, ni al viento».
Así pues, no voy a transcribirles las poesías de Jenic ; eso ă es «secreto». Puedo decirles, sin embargo, que sus temas son sencillos, expresivos y perfumados. Jenică describe el cielo, el mar y las campanillas de invierno.
El sentimiento íntimo del poeta ante esta delicada flor se expresa de forma clara y franca más o menos así: «El placer mayor es mirarla». Y la constatación del paisaje marino roza los límites de la evidencia:
En el mar hay calma plena
Solo las nubes del horizonte cuelgan
Pero el cuaderno también tiene inquietante tendencias modernistas. Jenică es dadaísta pero sin saberlo: su dadaísmo tiene que ver con la sutil y admirable diversidad del sueño. Uno de sus alucinantes cuentos se titula «El caballo azul y el trasatlántico suizo».
Les cito únicamente el episodio del encuentro:
«El caballo pilotaba un barco con motor pero, viendo que iba muy despacio, saltó y echó a correr por la superficie del agua agarrando con los dientes el mástil, tanto que la hélice de la nave se le quedó en la boca».
Y el del milagro: «Cuando miró abajo, vio que a su cabeza le habían salido cuatro patas, dos alas y cola y ahora estaba volando solo por el aire».
¡Visiones más hermosas no las ha tenido ni el profeta Ezequiel! Pero no voy a decirles más. Jenică escribe todos los días una página que es una obra maestra y si los editores se enteraran se agolparían para comprarle el manuscrito, ofreciéndole dinero y gloria.
Jenică no tiene necesidad de eso, lo que él necesita es descanso y aire puro del mar.
Para curarse y marcharse a la Polinesia solo, en un barco de velas inmensas.
1933
MAX BLECHER
Publicado en la revistas ÁGORA DIGITAL 3
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