Reflexionaba el apasionado escritor, sobre sus muchas noches y su prolongado insomnio tratando de buscar razones, motivos o ese su desespero por encontrar la musa, que le hiciese encontrar la nota precisa, para volver eterna la triste melodía del concierto sin fin de sus penas, sus dudas, sus esperanzas y sus sueños.
Así el escritor buscaba en el detalle más simple, como una flor visitada por una abeja, llevándose el néctar que constituyera la materia prima para elaborar el panal, que trabajado afanosamente por las miles de abejas obreras, redundaba en la más exquisita miel de la colmena…
O bien miraba el escritor, esos detalles cotidianos del obrero que con exquisita entrega cumplía su labor diaria, no importando la naturaleza de su trabajo sino más bien entendiendo que en la diligencia de su lucha, estaba el bienestar de los que en casa esperaban, o bien la satisfacción al fin de la semana, o al fin de la quincena o mes, por la retribución a la justa cosecha, fruto del esfuerzo entregado.
Y se entusiasmaba el poeta cuando miraba en la esquina de la cuadra, o en el portal de una casa, o en la entrada del cinema a la hermosa mujer que con un beso, entregaba a su amado, la prueba indubitable de su amor apasionado.
Le impactaba el alma al varón de letras cuando miraba en las inocentes y alegres caras de infinidad de niños, el abrazo, el beso que sin reservas ni medidas prodigaban a sus nobles padres como tributo a la ausencia de una simple jornada de trabajo de ocho horas o talvez doce, pero que para los pequeños parecían una eternidad.
Esas cosas, pequeños detalles, que para muchos podrían parecer insignificancias, constituían para el escritor, razones de peso suficiente para segur encontrando razón a sus reiteradas noches de insomnio, en las cuales viajaba tratando de hallar pistas para mantener ocupada su imaginación.
De pronto pensó en el vecino de al lado, aquel que hacía días luchaba por vencer una penosa y prolongada enfermedad, un cáncer de estómago que la le había consumido sus últimos años llevándolo casi a nivel de indigencia, por los altos costos de los medicamentos, ya que su problema no estaba en agenda de la atención pública ya, que esta, estaba en condiciones deplorables, tan indigente como los dolores y penas del atormentado.
Pensó además en todos aquellos seres, minusválidos, desahuciados de todo tipo que aferrándose a una última esperanza, en romería llevaban sus penas ante la imagen del Altísimo, o ante la imagen del Crucificado y también pensó en los angustiosos ruegos implorados a María, para que intercediera por las penas de todos ellos.
Y pensó el escritor, más bien se preguntó, ¿Qué es lo que escribe Dios, en la vida de todos estos desdichados¡¡¡.
Se nublo por mucho rato, la mente del atribulado escritor…pensó, pensó y pensó, tratando de encontrar la respuesta, y solo pudo hallar una reflexiva conclusión:
DIOS ESCRIBE EN LINEAS TORCIDAS, y en su enorme omnipotencia, en su particular omnisciencia y en su especial omnipresencia, nos deja a nosotros, la enorme responsabilidad de entender los designios de sus particulares escritos, los cuales en forma de terminales enfermedades, cuadros de gentes parapléjicas, pestes, hambrunas, epidemias y repetidos cuadros de convulsión social que agitan al mundo, son signos de sus evidentes escritos, ojala y pudiésemos entender el mensaje subliminal en cada uno de ellos.
Dejo de reflexionar el atribulado escritor, vencido por las muchas horas de insomnio, soñando en entender los designios de Aquel, que según el, escribe en designios de “Líneas Torcidas”.
DARWIN I. FLORES VARELA
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