Caracolas y rumor a mar. Unas huellas de limón derriten la arena de la playa cuando la bola de helado se evapora en tu cucurucho. Una suave marejadilla de agua y peces cosquillea los dedos y la planta de mis pies... ¡Qué relax! Solo quedan dos rodajas de melón en la cocina. El ventilador remueve el aire asfixiante de la habitación. Todavía aquí. A la espera de que la hora o el día llegue. O simplemente que el momento quede en suspenso. Los molinillos de viento en las terrazas son el único indicio de vida humana en el silencio de esta calle en repechón. La ciudad, por fin, se ha quitado, el corsé de la prisa y se despoja del stress. La tarde es infinita en el minutero de la noche. Una luna de papel se descuelga en el cielo mientras cenamos patatas fritas y algo de comida china. Que no se me olvide descongelar la nevera. La peli del TCM está entretenida... es buena. El ventilador aún encendido... Voy a esperar a que refresque un poquito. Me inunda un sopor de siestecilla olvidada. Un sueño sin sandalias ni reloj. Me he quedado dormida.... ¿Me llevas en brazos hasta la cama? Dentro de seis horas será temprano. Quiero ver otro cielo, otras estrellas... pero un ataque de lucidez me hace despertar del todo. Recuerdo no haber echado la llave del piso. Escucho ruidos en el office...
María José Hernández López -España-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 87
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