Un fuerte olor les rodea.
Es el penetrante perfume
del trigo en sazón
que se va pegando
a sus desnudos cuerpos.
Es un perfume que el viento
lleva y trae y que no se deja
embotellar.
Un perfume que de noche
desaparece en las sombras
y no regresa hasta que el sol
aparece de nuevo en el horizonte.
Ellas, que hoy están, desnudas en el trigal,
posiblemente mañana
ya no huelan el salvaje perfume
que esconde cada uno de tus granos.
Pero, tal vez, en sus cuerpos,
el perfume siga presente,
muy presente, sin que consigan
desprenderse de él.
JOSÉ LUIS RUBIO
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