Puedo repetir y repito
que el mar te besa,
de día y de noche,
con el ímpetu de un enamorado
incansable que, pese a los años,
no ha perdido el ardor
de aquellos primeros días.
Has crecido y te has alejado
pero contigo te llevaste su perfume
y quien a ti se acerca
lo huele en cualquier rincón
y lo busca porque quiere conocer
a quien despide un aroma
tan penetrante, tan cautivador.
Cuando te ven, tu color indefinido,
unas veces azul, otras verde, otras gris,
se graba en sus ojos y sus corazones
se aceleran sorprendidos de tu inmensidad
y desean que beses sus pies,
su cuerpo, esperando que en esos besos
les entregue algo de tu grandeza.
Vienen a buscarlo a él
pero te encuentran a ti
y si vuelven ya no vuelven solo por él
sino que ahora vienen por ti
porque también tú les has sorprendido
con tu blanca belleza que acaba
con el tiempo enamorando.
JOSÉ LUIS RUBIO
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