(Fragmento del artículo de 1917
A mis Correligionarios Fraternalmente)
No es nuestra gente del campo tan lila que no comprenda, que no vea, que no palpe...
1.que, el período de prueba para la demostración para gobernarnos, empieza, precisamente, ahora;
2.que, los más interesados en que este nuevo régimen no fracase, son, precisamente, los hombres de mediana o de ninguna fortuna de los pueblos, hombres que sólo se acuerdan algunos, los más de nuestros sempiternos candidatos para todo, cuando llega, como ahora, el momento de aspirar a la mano de doña Leonor;
3.que, los poderosos, los privilegiados están bien siempre y por eso somos los medianos y pequeños los necesitados de velar por el completo éxito del gobierno nuevo que vamos a implantar;
4.que, o fracasamos, bochornosa y escandalosamente, desde el primer paso, o nos negamos a que se siga teniendo del Senado y la Cámara la idea absurda de que son algo semejante a una velada o función de cine, donde todo el que paga puede entrar y sentarse a mirar, a toser, y quizás a lucir un buen brillante en la corbata o en el dedo anular;
5.que, porque el momento actual está preñado de arduos y delicadísimos problemas de salud y bienestar públicos a resolver, cometeríamos un crimen contra nosotros y contra el porvenir de nuestros hijos, si dispusiéramos de los puestos del Senado y de la Cámara como se dispone de asientos en una gallera o baile o función de circo, y nos dedicáramos a complacer con ellos a don Fulanito y a don Zutanito, que a lo mejor son buenos muchachos y manejan muy bien su reloj de oro y su rico automóvil, pero que no saben, porque nunca lo aprendieron, nada de lo que es preciso saberse muy bien para hacer algo, para pesar algo en la representación de todo un pueblo y en el manejo de sus más hondos, oscuros e intrincados asuntos políticos, sociales y económicos;
6.que, está bien que don Fulanito y don Zutanito, que no saben de la misa la media, lleven su inconsciencia inexplicable hasta el extremo de olvidar que no se va a un Senado o a una Cámara de país civilizado con la misma despreocupación y afán vanidoso y pueril de lucir el garbo con que se va a un casino, pero no estaría bien ni tendrá perdón de Dios el que, por ceder al halago calculado del momento, fuésemos a poner, en las no probadas manos de don Fulanito y de don Zutanito, cosas tan serias, tan sagradas como aquellas funciones altas de gobierno de que depende nuestra salud y perfeccionamiento social y la salud y el perfeccionamiento social de nuestros hijos;
7.que, no es sólo a la capacidad de los candidatos a lo que debemos atender, sino que es también necesario exigir del candidato aquella firmeza y abnegación en su carácter y en sus convicciones que en todo tiempo nos garantice la más leal y constante y decidida defensa de nuestros derechos e intereses. Y como la única regla sabia para juzgar y conocer a los hombres es atenernos a la experiencia que tengamos de sus actos, dicho se está que aquellos hombres que han sido débiles y plegadizos con el gobierno en contra de los intereses y sentimientos de nuestro pueblo, no deben merecer, por muy adictos a ellos que seamos, nuestra representación... De esta clase de puertorriqueños hay muchos por ahí pretendiendo ahora, como ayer, como siempre, que se les ponga en camino de seguir figurando y medrando; a estos hombres les conocemos todos, porque todos les hemos visto una y cien veces, el pie de que cojean, pero, una de dos, o somos idiotas y la experiencia no nos enseñó nada, o no somos idiotas y la experiencia nos grita ahora que no les permitamos de nuevo a esos tan pedigüeños y tan estériles y tan frescos don Sinvergüencita, don Callandito y don Hipocritita, el volver a las andas, esto es, al feísimo pecado de comerciar descaradamente con lo nuestro y lo de nuestros hijos. Si quieren comerciar, que pongan una tienda, pero que no pretendan seguir haciendo de nuestro pueblo eterno y vil artículo de mercadería;
8.que, aquí, como en muchos países retrasados en su evolución, existe e impera la burda superstición de que a ciertos puestos eminentes sólo deben elevarse los hombres de dinero. Y esta superstición es tan grosera y engañosa y funesta como lo sería la contraria, esto es, la de que a los altos puestos de responsabilidad sólo deben llegar los hombres sin dinero. El tener o no tener dinero nada tiene que ver con lo de tener o no tener capacidad. Y como la capacidad para regir las cosas públicas no se adquiere en el manejo de las privadas, porque tan distantes están ambas zonas de acción como el cielo y la tierra, de ahí que si queremos buscar eficiencia en el gobierno y en la acertada orientación de nuestra vida política, social y económica, no tenemos más remedio que buscar, para pilotos de nuestros destinos, a aquellos hombres que se han preocupado de los problemas públicos y han ahondado en su estudio y se han inquietado y se han quedado calvos (como yo) en la tarea dura de buscarles solución;
9.que, si hemos de proceder limpia y juiciosamente, no hemos de rechazar al rico porque es rico ni al pobre porque es pobre; ni debemos dejar que mueva nuestro ánimo motivo alguno de amistad o de enemistad;
10.que, los tiempos han cambiado, que nuestra población ha crecido y la tierra está falta de fertilidad y de labor inteligente e intensa, y gravita sobre nosotros la amenaza sombría de un creciente y profundo malestar social. Y si antes, en tiempos bonancibles, podíamos sin gran riesgo encomendar nuestros asuntos a hombres pasivos, conformándonos con que no hicieran nada malo, hoy es forzoso reconocer que no basta no hacer nada malo, sino que es urgente pensar y actuar y buscar sin descanso la fórmula que nos haga fuertes contra la arremetida pavorosa del hambre y del crimen;
11.que, los hombres patriotas, es decir, los que han probado su amor al país, terciando en todos los debates, en la prensa y en la tribuna, y sacrificándose por la colectividad, esto es, aquellos que han estado luchando, alejados del poder y de las sonrisas del gobierno..., no es justo, ni siquiera decente, que ahora sean postergados por los que jamás se significaron en la vida pública ni se interesaron por las cosas del pueblo, es decir, por los que, durante todo el fragor del pasado combate, han vivido retirados en su hogar o en sus negocios o a la sombra del favor gubernamental. Si tal postergación se realizara en Puerto Rico, habría que pensar que la corrupción iniciada en tiempos pasados... nos había hecho para siempre inaccesibles a toda noción de justicia e incapaces e indignos del progreso y de la emancipación;
12.que, si somos débiles, que si no sabemos elevar nuestro corazón a la altura que las actuales circunstancias demandan, que si los hombres que ponemos al frente de nuestro ejército no son los paladines expertos y esforzados y probados que exige lo difícil del momento, caminaremos ciegos a un desastre seguro...
Publicado en el blog nemesiorcanales
Compartido por Osvaldo Rivera
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