Cuando los días eran de luz y sonrisas
y se apagó por momentos,
como una tormenta de nieve,
el esplendor de tus huellas,
supe que era pasajero
el pasajero
que hizo de tu rostro,
el refugio de la desnudez,
y que poco a poco
sabrías volver a ser dueña
de tu orgullosa belleza.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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