Siempre estaba dispuesto a recibir dinero, por mucho que fuera, no le parecía derrochar pero a la hora de darlo, le obsesionaba hacerlo con moderación, si unos zapatos eran muy caros, compraba solo uno y se sentaba a mirarlo en el sofá por las noches. Para el amor, no era apasionado, quería pero sin excesos, tomarse en serio querer, le parecía cosa de criaturas sin conocimiento, en los funerales, para que los familiares no lloraran, les decía: “Anda, anda, consuélate pensando que podrías haber sido tú”. Se tenía por hombre cristiano, compasivo para los que sufren pero sin llegar al extremo de que tuviera que sufrir él y cuando veía en la tele un político de izquierdas, le gritaba en voz alta: “Muerto de hambre, idiota, ladrón, maleante, borrego”. Le gustaba ser agradable, educado, urbano pero a las personas obesas les preguntaba por sus problemas de movilidad y espacio por los kilos de su cuerpo y a la gente que iba en silla de ruedas, si no se enganchaban con los muebles y las cortinas. La humildad era una prioridad para él pero tanto se jactaba de la suya que parecía vanagloria. Para divertirse era austero, lo hacía viendo en la tele a la gente sufrir. Los sentimientos eran para él baratijas, sin comparación alguna con los negocios o la reputación.
LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE -Orihuela-
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