En mi sangre se encuentran las palabras que nunca,
en vuestra impuesta ausencia, se alejaron de ella,
porque en su interior célico maduró su inmortal
luz, su esencia de décadas, su sentido oleaje
de almas enamoradas de albas y primaveras
doradas, del misterio que brota de la música…
Hoy, vuelan libremente por un tiempo plomífero,
sangrante, vuestras voces de soles sin ocasos,
intangibles mensajes de sensaciones nuevas
que dejan sus semillas de deseos sublimes
en un mundo de sótanos y cúspides y valles
de ambiente enrarecido, como el de un apestado.
Sois imagen y espejo, caminos y raíces…,
para el hombre que esculpe, desde su paz o guerra,
el amor a la vida y a todos sus hermanos
abiertos al presente y al alma del viajero.
Una vez más presiento el esplendor de vuestras
cosechas abundantes en mis campos con hambre
y sed de transparencia y fragancia de espliego.
Desde ellos entreveo los jardines que acogen
la sensibilidad y la grata hermosura
que imprime a vuestros versos ese eterno carácter
de los dioses amantes del corazón humano,
capaz de enamorar al orbe con su voz
poética, repleta de pulsos luminosos
y oscuros, como cada instante de la vida.
Del libro “Sonata del agua viva” de
Carlos Benítez Villodres
Publicado en la revista Sur 2
No hay comentarios:
Publicar un comentario