Amanece en la ciudad.
Yo, me aferro a mi esperanza.
A lo lejos:
tiemblan los bosques con sus alas grises y quemadas,
seguidos del dolor latente de los ríos
y la oquedad inerte de los buenos deseos,
con la alegría en la mano y un ramillete de leyes olvidado.
Desde lo más lejano allá en el universo
viene volando el sol con "radiación ultravioleta":
cruza en lo más alto del cielo despejado,
y otras veces permanece quieto: ahí, sólo observando.
Vienen después las nuevas primaveras:
con sus doradas mariposas de lento vuelo
y sus flores de radiantes colores,
a disfrutar con su inocencia del resplandor del sol.
Un nuevo resplandor del sol emerge de las sombras
y ahora llegan enormes pájaros zumbando:
unos vuelan cansados por el inmenso mar,
y otros se refugian en antiguas ciudades.
Algo extraño e inaudito pasa aquí en la Tierra
donde los días viajan eternamente y sin retorno,
y a las fugaces horas les crecieron alas
y vuelan satisfechas por tiempo indefinido.
El agua en el océano se encuentra embravecida
por toda la inmundicia que llega día tras día;
delfines y ballenas, temen ya por sus vidas; mientras:
el cachalote herido, cuelga su gran cabeza, y muere.
El viento de la noche se llena de tristeza..., y grita:
-"sálvenme que me muero, parece que es asfixia-";
serán rojos carbones, o serán centrales térmicas;
serán plantas nucleares, o será la misma muerte.
El suelo chorrea lodo, y sangre que lo mata:
respira sofocado y lleno de erosión;
son muchos los factores que lo han debilitado:
petróleo, sustancias químicas y tala inmoderada ...
El planeta cansado de bruces se cayó: quieto sin levantarse.
Son tantas sus heridas, que anuncian ya su muerte;
los nuevos habitantes, al verlo fatigado,
decidieron llevárselo entre cantos gloriosos:
"...gran planeta del alma que lloras por la noche,
ojalá sobrevivas a esta prueba mezquina
del humano inconsciente que lleva en su mirada:
la huella envenenada que no lo deja ver..."
Nuevas estrellas hay en el firmamento
titilando en espera de un nuevo renacer; ellas,
llegarán a la Tierra con luces de betún y el pelo suelto,
y con una sonrisa descalza en vez de pies.
Descenderán de esas naves extrañas y brillantes
en playas encantadas y remotas,
caminarán aprisa por toda la costera
de aquel inmenso océano que cruza la bahía.
Con devoción inaudita y por la noche
se detendrán a orar a su dios en el camino;
y ya con su alma renovada:
elevarán sus cantos por el mundo.
Lucharán los nuevos hombres con cubiertas de plata
montados en caballos genuinos y con brío:
irán hacia los montes, al reino de los pájaros
y bajarán al desierto a unirse con lagartos.
Una capa de ozono de enormes ojos rodea al planeta
y esa capa de ozono en la mirada parece que va herida;
y el sol potente con rayos de color ultravioleta
cruza veloz y trémulo los azulados gases de la atmósfera.
Llegarán nubarrones y lluvias torrenciales,
se borrarán los límites entre el mar y las costas;
habrá un sol sofocante entre caminos y pueblos,
y la esperanza inquieta: vagará sola en el mundo.
Urge que los humanos se levanten como sombras piadosas
y reduzcan los gases y demonios de efecto invernadero;
urge evitar una catástrofe de fauces negras y climática
que reniegue de todo y acabe con la vida aquí en la Tierra;
en fin,
urge que el ser humano..., vuelva a ser humano,
y que sus obras le permitan disfrutar su vida aquí en la Tierra.
Erasmo Nava Espíritu -México-
Publicado en la revista Palabras Diversas 47
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