viernes, 27 de junio de 2014

GALLITO CIEGO


Me gusta salir a caminar de noche por la ciudad vacía. Es un placer recorrerla sin que nadie me atropelle, sin autos lanzados a la carrera ni sonidos estridentes que alteren mis nervios. Me siento el rey de la silenciosa metrópoli, anárquica, inhabitaba, imperturbable.
Al caminar por las calles oscuras, intento adivinar el camino escondido, apenas iluminado por la tenue luz de la esquina y el extremo encendido de mi cigarrillo. Me hace recordar los imborrables momentos de mi infancia, en que jugábamos al gallito ciego con los chicos del barrio, que se burlaban de mí cuando no lograba encontrarlos en la oscuridad. Pobre tonto, bueno para nada, me decían, aprovechándose de que  era el más pequeño e inocente del grupo.
Algo de razón tenían, porque mientras ellos crecieron y lograron comprarse las lujosas mansiones que decoran la avenida, continúo viviendo en la antigua casita que era de mi madre. Debe ser por eso que me gusta visitarlos de vez en cuando, para jugar con sus cosas, mientras ellos duermen.

MARTÍN GARDELLA -Argentina-
Publicado en Ficciones Argentinas

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