Una gota de agua en mi mejilla,
anunció que el aguacero llegaba,
una larga, y profunda mirada,
sembró del amor la semilla.
Como saber en aquel momento,
que aquellos ojos almendrados,
me dejarían totalmente enamorado,
y a ti, dueña de mi pensamiento.
Mojados por aquel chaparrón,
empapados cuerpos por el agua,
mojados calzones, y enaguas,
corrimos sin saber, hacia el amor.
Bajo un pequeño techo refugiados,
te arreglé los cabellos en tu cara,
y de nuevo, de nuevo tu mirada,
hizo aquel gesto, sutil, enamorado.
Como poder resistir, a la tentación,
y no besar tus rojos labios,
que fueron el mismo presagio,
del tierno amor y la pasión.
En aquel solitario rincón,
a donde nos llevó aquel aguacero,
nos atamos ambos, prisioneros,
con sogas… con sogas de corazón.
José Prado -Estados Unidos-
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