Solo la sangre
exaspera la no memoria,
las mascaras glaciales,
los espejismos del ocio
reverberan la ciudad desnuda.
Los árboles bordan náufragos
de abandonos súbitos,
ebrios sin hospedaje
con sus velos lícitos y borrascosos
que brillan intraducibles
en esta patria infiel y monogramática.
David González
Publicado en Acantilados de papel
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