Ni ritmo, ni verso,
sino astucia en el vocablo.
Que el lector clame
con el cretino grito
del verso descosido.
Estrofas desmembradas
por truncados ritmos
entre azarosas rimas
y transeúntes silencios sinuosos.
¡No ocultes el pensamiento!
Que levite la idea
y se derrame con sutil degüello,
gota a gota,
la balbuciente sangre
de tu oprimido pecho.
Que perdure el rugido de tu alma,
en estos tiempos indecorosos
de brutal barbarie deshonesta.
Que tu pluma,
con dolorosa resignación,
no decaiga cuando
Tú, amigo mío,
yazcas en el olvido
de tus cenizas.
Marta Núñez Delegido
Publicado en Acantilados de papel
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