lunes, 29 de febrero de 2016

23


Mis hijos me envían cartas como si el hijo fuera yo,
me aconsejan que no beba, que fume poco, que no salga en las noches,
que escuche rancheras y corridos
en soledad.
Un año sin ver a mis hijos tiene el peso de todas las guerras,
me ha matado mil veces,
un millón de veces he visto mi sangre correr por los tragantes.
Mi hijo es dorado como una espiga dorada
y sus ojos tienen el color emergente después de la furia,
él ha sido tierno y cuando tenía 9 años
yo le escribí un poema pidiéndole que nunca abandonara esa ternura
y así lo hizo,
él fue mi gran amigo y me enseñó a jugar como yo no sabía
y hoy seguimos siendo amigos y si ya no podemos jugar juntos
nos escribimos cartas con las reglas del juego que vendrá;
estamos tan seguros de la esperanza que ya no nos importa la esperanza.
La voz de mi hija se escucha por doquier en la inacabable Ciudad,
es la voz de tantas muchachas y del Primavera que canta en el fresno
y son sus ojos los del colibrí que a diario viene a saludarme en la ventana,
yo he visto su voz en los cientos de aviones que parten el cielo de la noche
he escuchado sus ojos
en los violines que dictan la penúltima lágrima,
en mis cartas le he dicho que se cuide de los poetas de la patria,
que se cuide de los poetas,
son los poetas los que afirman que la patria es una naranja,
son los hacedores de nuevos emblemas,
son entes peligrosos que anidan debajo de los nidos,
son veleidosos, promiscuos, inconstantes
y siempre se hallan seguros de amar a la hija del poeta,
pero son también le digo quienes saben fabricar la pólvora que salva las
heridas,
son los que aman;
en mis cartas le aviso
que se cuide del Tirano:
le obedezca,
le asienta,
las barbas del Tirano están teñidas de azul
y con ellas él caza a las muchachas que andan en busca de su príncipe,
y con sus ojos rojos
mata.
Mi hijo y mi hija
nunca han tenido una pecera.

Del libro La patria es una naranja de FÉLIX LUIS VIERA-Cuba-
Compartido por Claudio Lahaba

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