Habla
Mujer
En esta latitud de cielo ardido,
de arenas asediando las palmeras, de olivos agobiados, de peñascos
hiriendo con espinas aguzadas la sedienta inquietud de las raíces;
yo,
la proscripta,
la mujer cercada por los rojos espectros de la pena,
condenada a habitar tantos latidos,
a sufrir aluviones sin compuertas,
a ocultar los humores miserables en el hueco tenaz de sus matrices;
yo,
la mujer sin nombre,
la que carga su trágico destino de silencio,
he venido a escuchar al que los pueblos llaman:
el Hombre de la Galilea.
Ése que anda imponiéndonos las manos para tornar posible lo imposible.
Apenas adivino su contorno capturado por sucias muchedumbres,
ahogado entre el follaje pedigüeño de los lamentos rotos y febriles.
Viene atento a los rostros,
a los labios,
a las llagas que corren por las pieles
y a las profundas llagas invisibles.
Y yo,
pobre mujer,
vulgar y anónima,
no me atrevo a irrumpir en su camino,
no me atrevo a exponerme sin pudores a la mirada de sus ojos tristes.
¡Son tantos quienes claman, quienes lloran!
Y Él... sólo una promesa,
sólo un sueño,
sólo un dolor absurdo caminando sus rituales de muerte ineludible.
Quizá si yo tocase, a hurtadillas, la tierra donde hollara su sandalia...
si ese ademán de pájaro escondido proyectara su sombra en mis perfiles...
si la rústica urdimbre de su manto rozara el hambre antiguo de mis dedos...
si un eco de energía salvadora tocara el calendario de mis lunas...
mi regazo de amarras derrotadas vendimiaría ramos de candiles.
Por eso,
al fin,
ladrona del misterio,
levanto la inquietud de mi esperanza y la acerco a la orilla de su túnica
hasta sentir la Fuerza,
como un soplo,
aquietando la sangre en sus orígenes.
Del libro Crónicas de las huellas de
NORMA SEGADES
Publicado en la Editorial Alebrijes
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