(o Cómo hacerme de enemigos
antes de que den las 12)
Saco el corazón de un poema cursi
y lo coloco en otra parte.
Ya ha dejado de ser lo que era
para ser lo que es: un músculo hueco,
una bomba que aspira y que expulsa
sangre en cautiverio.
Saco el ángel de un poema cursi
y lo pongo a secar en el tendedero.
Ahí está. Es ese híbrido de persona
y de pájaro indeciso que chorrea en la soga.
Saco las alas de mariposa de un poema cursi
y las pongo en una vitrina del Instituto Lillo.
Allí son lo que son, telitas de cebolla
en pequeña imitación de un arco iris.
Trato de sacar el alma de un poema cursi
pero no puedo. No sé qué es el alma
ni dónde se encuentra. Por eso es que dudo.
—Es un ángel (me dicen)
—¿Otro ángel? (me digo)
Es un gitano de grandes bigotes
que roba niños por la noche.
—Es un ángel con forma de mariposa
(me dicen)
—¿Otro ángel? me digo / ¿Otras alas?
Es un molino de viento
que delira con quitarle la Dulcinea
al cerebro de don Quijote.
—El alma es el corazón humano
de un angelito etéreo (me dicen)
—¿Otro ángel? me digo ¿Otras alas?
¡El mundo es una pajarera!
Saco la palabra poema de un poema cursi
y doña Petrona viene como un relámpago
secándose las manos con un repasador.
—Dígale al caballero
que sin puema no hay puema, Juanita.
Y Juanita me lo dice.
¡Ahí tenés!
Y apago el televisor durante décadas,
pero la tecnología
trae las nuevas redes sociales
con infinitas tandas de poemas cursis
llenos de corazones, de ángeles y de almas.
Entonces pongo una herrería
y le doy con el martillo al hierro candente
y escucho a jornada completa
rugidos de heavy metal
(ese es mi castigo),
mientras saltan las chispan
y los ángeles no se arriman
por miedo a que se les quemen las alitas.
¡Lepidópteros!
¡Pirofóbicos!
¡Cobardes!
ROGELIO RAMOS SIGNES (San Juan-Argentina)
Publicado en la revista Gaceta Virtual 109
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