Las velas arden al unísono
mientras se escuchan
las plegarias de los fieles
cuando las prenden.
Un halo de humo
y de incienso, se mezclan
condensando el aire
de aquel santuario.
Donde miles de voces
con oraciones y súplicas
se mimetizaron entre las naves
plagadas de santos.
La imagen silente
con sus ojos cerrados
revelan una virgen
compasiva, sufrida y triste
al ver al mundo absorto
en su propia destrucción
en el egoísmo de su poder
desmedido y sangriento.
Las angustias y los anhelos
de algunos peregrinos
que de paso por allí
de rodillas oran sus réplicas.
Las llamas que apenas
respiran el viento
dejan caer sus lágrimas de cera
chorreando en sus cirios
rezumados y sumisos
esperando silenciosos
que poco a poco
su cuerpo ceroso se desvanezca
y luego consumidos
por su propio llanto
serán apagados esperando
que nuevas candelas se enciendan.
Diana Chedel -Argentina-
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