Cuando camine solo por calles de la Nada
esperaré encontrarme con mis barrios queridos:
Palermo en los 60, Boedo de mis desvelos,
y la quietud de Coghlan cerca de mis latidos.
Saldré a pasear mi sombra de eterno aburrimiento
por calles y avenidas que fueron y estarán
con vida de otras horas y otra luz, lo presiento:
Chiclana, Honduras, Bulnes, Agrelo, Del Tejar…
El sábado, sin duda, vendrá con los tangueros,
veré a Pugliese, a Arolas, a Piazzolla tocar
en la casa non-sancta de aire cristobalero
que regentea otra Vasca, de un cielo café bar.
La tarde del domingo nada tendrá distinto:
arrastrará igual mufa con lánguida cachaza,
y encenderé mi pipa por otra calle Pinto
mientras se aleja el bondi por Crámer y Pedraza.
Del libro Cielo de Coghlan de RUBÉN DERLIS -Argentina-
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