lunes, 25 de agosto de 2014

LA IRA (2ª PARTE)


(…) Desde el mismo momento en que la figura de aquella señora ilumino mi despacho, tuve la sensación de que su aura me envolvía de manera peligrosa. Le indiqué que tomase asiento extendiéndole la mano. 
-Soy Javier Salgado, Gerente y Director de fondos de larga duración de Europressinvert. 
No tuve respuesta, tan solo una sonrisa que se me clavó en la memoria que aun hoy me hace perder el control. No estoy acostumbrado a tratar con verdaderas señoras, de esas que intimidan, y menos cuando la susodicha tiene entre treinta y treinta cinco años. Su sutil maquillaje no esconde nada su belleza, tan solo la realza lo justo para resultar absolutamente sexi. Su mirada casi me intimida, el silencio se vuelve incomodo, mi carísimo traje parece achicarse segundo a segundo. 
-¿Que tiene que ofrecerme? Espero sea interesante, pues soy una persona bastante ocupada la verdad. Soy Julia Mazza. 
Su presentación tan directa me descoloca, estoy acostumbrado a llevar yo la batuta. Apenas puedo reaccionar. Saca un cigarrillo de su bolso, y las palabras se me secan en la garganta cuando estoy a punto de decirle que allí no se permite fumar. Su perfume sigue siendo más poderoso que el humo que exhala tras cada calada. Tengo un cenicero escondido en mi cajón derecho. Lo saco. 
-Tenemos muchas opciones de inversión, todo depende del fondo del que estemos hablando. La cantidad de dinero, nos permite una u otra opción, siempre y cuando sea la más beneficiosa para usted claro.- El discurso aprendido sale automáticamente.
Su sonrisa se convierte en respuesta. Coge un papel en blanco de la mesa y, con una pluma de oro, garabatea algo. Me lo pasa lentamente deslizándolo sobre mi mesa de nogal perfectamente pulida. Le doy la vuelta sin dejar de mirarla, temiendo que se dé cuenta de la admiración que despierta en mí. Cien millones de Euros. Esa es la cantidad que está escrita en el papel. ¿Quién demonios es la diosa que tengo frente a mí? Esa cantidad es exagerada incluso para mí, nunca nadie se había aproximado siquiera a aquella cantidad en mi despacho. Esa cantidad de dinero me quitaba la respiración incluso a mí, el tiburón rey del mar de la crisis, el insensible hijo de puta que no titubeaba robando a espuertas a cualquiera que se presentase. Pero esa cantidad no deja indiferente a nadie, por muy acostumbrado a robar que se esté. Cambia sutilmente el cruce de piernas. 
-Sra. Mazza, me temo que para este tipo de inversión deberá cederme un poco de tiempo. Es una cantidad poco habitual y debo velar por sus intereses, eso me llevará unos días. Encontraré la mejor manera de sacarle rendimiento, confíe en mí. 
-No confío en nadie Sr. Salgado, por eso tengo esa cantidad de dinero, Y por cierto, hoy por hoy soy señorita. 
Su femenina voz se colaba por mis tímpanos y calaba en mis huesos. ¡No estaba casada! Dios, su reluciente piel debía saber a miel. Uñas perfectas, largas, elegantes. 
-Bien, tengo que irme, le doy veinticuatro horas para buscar una solución rentable. Si la encuentra, llámeme.- su mano se alzó ante mí para ser besada ligeramente. Le abrí la puerta, y sus tacones marcaron el ritmo de mi corazón. Tras cerrarse la puerta del ascensor, toda la tensión acumulada me vence durante un segundo. No quiero ver a nadie más hoy, tengo que pensar en soluciones para ella, en volver a verla como sea. Anulo todas las siguientes citas y bajo las persianas del despacho. Su presencia, ya furtiva, sigue llenando cada rincón de la estancia… (…)

ANNA LAFONT
Seleccionado por Martín Molina García


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