Todo lo que necesitaba de ti era un trocito de pan, la última cena. Un amante por quien consumirme. Un abismo sin eco, Santiago.
¿Vencías el vuelo de los búhos? La discordia, esas ajenas almohadas sepia de plumas. Pero, lo que te doy es una copa por silbar la rasgada hoz. La escala donde canta la alborada en espera de la suicida. Ello tiene cábala indudable, compañero.
Y atajas mi mano entre tus labios tibios. No hay prisa, lo sabes. Un añejo aguardiente sacude nuestros cuellos. Y todo lo que aspiro es poder escribir el martillo o una palabra fresca de amor.
Un animal acuático girando. La dicha del jinete y la amazona.
Lo sabes. Tu nombre crece en mí solamente por azar.
Rosina Valcárcel Carnero -Perú-
Publicado en Suplemento de Archivos del Sur
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