Bufa, gime, arremolina, bate, silba, canta.
Si lo dejas te lleva a culatear contra los alambrados
o contra las paredes de las casas cerradas,
te zambulle en el mar si no te cuidas
o te lleva a dar con los arbustos espinosos que
enojados
te insertan sus agujas.
O acaso a topetar contra esa mujer que camina de espaldas
tratando de engañarlo
y que por casualidad es tu enemiga
porque te amó o la amaste o no te amó o porque no la amaste
o acaso contra quien amaste, amas o te amará
pero ninguno ve los rostros ni musita perdón civilizado
y siguen ateridos su camino
como si fueran viento también ellos.
Son cosas que a este viento bien del sur
jamás le importarán.
Él bufa, gime, arremolina, bate, silba, canta.
porque no sabe de ninguna otra cosa.
De donde viene, desde allá, de las nieves,
desde las montañas inabordables
desde el silencio mentiroso de los hielos
tiene ese mandato de arrastrar con todo aquello que se cruce delante
con la furia, el enojo, la prepotencia y la arrogancia de los impunes.
Porque el viento es impune.
La montaña es impune.
Los atardeceres son impunes.
Por eso este viento del sur bufa, gime, arremolina, bate, silba, canta
con la impiedad y la grandeza de las cosas que son.
Del libro "Los rumbos del viento" de
Carlos Patiño
Publicado en la revista Poesía del mondongo
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