(Recordando a Miguel Hernández)
PRESO de soledad y de sí mismo,
lentamente, en su celda de aislamiento,
viene y va de la duda al desaliento
y cada vez más cerca del abismo.
Condenado perpetuo al ostracismo,
como un perro de luna tras el viento,
entre las sombras de su pensamiento
busca el día y encuentra un espejismo.
Reo, en suma, de olvido y muere lenta,
en su pecho desata una tormenta
y vive, por el rayo perseguido,
esperando mañana que, con suerte,
si bien no escapa nadie de la muerte,
al menos se le indulte del olvido.
Del libro “NÁUFRAGOS” de
Víctor Jiménez Guerrero -Sevilla-
2º Premio, XIV Certamen de Poesía Searus, 1991
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