Recibo ecos de voces de suicidas, locos, borrachos, advenedizos y granujientos,
me acerco a su abismo y me piden que asomado al borde de los días recite un responso.
Mi corazón fue famoso, el más borracho, loco y colgado de las calles nocturnas,
pisé ponzoña, labios leporinos, enaguas de encaje y puertas rotas.
Mis muchas vidas se ven en las huellas de mi cara, en los surcos de mi alma y en
las costuras de mi escondida tristeza.
Fui el que besaba en la boca a la fiebre del humo de los días,
el que acompañaba al de la guadaña hasta el precipicio.
Supe salir de todos los hoyos con muescas en el cerebelo,
me crecí y supe ser yo mismo escondido entre los surcos de mi leyenda.
Destellos de mi realidad quedaron destrozados en el polvoriento camino,
resurgí para vivir y para contarla.
Soy los espumarajos de los camareros, los borrachos, los pedigüeños de sensaciones,
los ecos de mi vida anterior me acompañan y nadie lo sabe porque siempre fui lo que soy.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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