Las notas de un violín cierran las llagas de la tormenta de arena que impide el vuelo de la fantasía.
Un pedazo de mármol que huele a retazos del ayer sirve de espejo en el que acariciar el rostro.
Un lago de perfil esconde la ira de los olvidados que pliegan sus párpados con cansino afán.
El olvido siempre despierta cuando uno no quiere que se convierta en la herrumbre del enjambre.
Roto el centro del cielo almacenes de luz esperan la orden para encenagar la cruz del corazón.
El hielo más allá de la mirada de los inocentes teclea con dientes erguidos en la paz de lo conocido.
La luna tiembla en el lecho de la inocencia machacada por la intemperie de lo cotidiano sabido.
Decir la nada con guantes abrasados de gasolina fría que despierta olores de la infancia que no se va.
Si estoy en tus pensamientos son insondables sombras las que juegan entre agujeros imposibles.
Las páginas hablan entre murmullos incomprensibles que no dan ni un solo lugar por perdido.
Los amaneceres más perseguidos son relámpagos y destellos de luz abrazando el instinto.
Cómo decir si las palabras suenan como deslumbrantes construcciones de castillos en el aire.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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