(Fragmento del artículo de 1917 Padecemos a Nuestras Clases Directoras)
¡Oh, nuestra clase directora! Muy entonada, muy circunspecta, muy al tanto de si el Senado, y de si la Cámara, y de si mayoría o de si minoría, y de si la cosa es yelmo de Mambrino o bacía de barbero... y en tanto el pueblo, nuestro pueblo, los miles de seres humanos que aquí convivimos, careciendo de habitación, de comida decente, de ropa, de escuela, de luz, de alegría, de amor; entrando en la vida y saliendo de la vida sin haber conocido otra cosa que la anemia y el trapo y el sudor y el tugurio infecto e indigno de los perros, y el niñito amarillo, ventrudo y horrendo, y el bacalao podrido, y el médico indiferente o despótico, y la medicina adulterada, y el capataz regañón e implacable... y, en fin las cuatro tablas mal clavadas de ataúd grotesco donde acaba la cruel, la espantosa tragedia de una vida violenta, brutal y jadeante, o fláccida y macilenta y podrida...
¡Oh, nuestras clases directoras!
Publicado en el blog nemesiorcanales
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