Volvéis del doctor de cabecera
empapelados de cansancio,
por que a vuestra hija
anginas le han diagnosticado,
vuestro cansancio
se vuelve retardo y letargo,
pues tenéis que comprar
esas caras medicinas
para que vuestra hija
(en paréntesis amargo)
reduzca el simulacro
de suplantar a sus toxinas
pues siempre sufre de algo
para luego remediarlo,
en el coche vais los tres,
con vuestra pequeña tortura china,
vosotros sois suela que camina
vuestro yo extenuado,
aparcáis el coche en una esquina,
de ese, vuestro antiguo barrio,
hoy tuvisteis suerte,
siempre os toca caminar algo,
la vida os hace purpurina y pegatina,
hipocondría arrancada
de un programa de la radio,
parecéis un relicario
de vuestra propia luz con vitamina,
luego los nietos lloran
por ese parque de extrarradio,
vosotros por si acaso se lo dais
como aquel que da un abrazo,
remedio mejor que cualquier aspirina,
o algún sustitutivo que te mengüe
algún grado, un grado,
nada más, o nada menos, que un grado
de agotada y exhausta rutina,
parecéis remediarlo,
padres de todas las cosas sois,
muy ocupados,
os convertís en nitroglicerina,
estalláis sin con nadie conversarlo,
os buscáis entre pamplinas,
os entregáis
y os inclináis a la obediencia
generosos y obligados,
vuestra velocidad se os adivina
de repente y sin mirarlo,
no sois solo un padre y una madre,
sois El Verdadero Milagro,
que sin segregar apenas endorfinas
os apartáis
de la sed que da el bocado,
paraíso de sofá y ebrios de gasolina,
dulces mandarinas y buen calzado,
sueños que se fugan patizambos
por que la vecina os alucina,
os comparáis con derrotas de telediario.
Vuestra realidad de cafeína
os recomienda tomar la vida
en descafeinado.
Cecilio Olivero Muñoz
Publicado en la revista Nevando en la Guinea 35
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