Muchas son las noches estériles que transcurren
entre lamentos del alma y del viento,
vivencias, copas que chocan y se quiebran
haciéndose añicos
igual que los sueños,
pasos que van a ningún lugar
para llegar al mismo terreno,
pérdidas que luego tratamos de encontrar
sin éxito.
Pero llega la Navidad
con sus noches fértiles plagadas de sueños
las luces brillantes
como estrellas que bajan del cielo
para colgarse en la ventana, en el huerto, en el sereno
en aquellos ojos que no quieren llorar más
en aquella alma que desea respirar
un aire nuevo,
fina y firme promesa de un mañana
que se celebra en Nochebuena.
Envuelta en una caja con un papel perfecto
coronada por un moño dorado bajo el árbol aún verde
el aire con sabor a ponche, fruta y piñatas
viene la sonrisa
aquella que se extravió en algún confín del pasado
acompañada de la esperanza
y de un rayo de luna
para que siempre recuerdes
que después de un insomnio
siempre hay un mañana.
La Navidad no dura todo el año
puede ser breve
como el lloriqueo de un niño
pero después de una ardua subida
el año culmina
con una buena compañía
y la ilusión renovada.
Roxana Rosado
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