Había una luz blanca y viva.
Su reflejo en la pizarra del taller
y en la pista de baloncesto.
Me acerqué a la ventana
y miré hacia arriba:
la mitad del cielo blanca,
y a su lado,
como una pieza de un puzzle,
la otra mitad azul celeste.
Luz azulada, azul de lumbre.
Interrumpí la luz de la bombilla
y me asomé de nuevo,
ante ese paisaje insólito.
Me senté, al fin.
Tras descender la vista hacia el papel
mis ojos de nuevo se elevaron:
"poco haré hoy", pensé.
Y entonces las líneas verticales
dibujaron columnas más y más anchas sobre el azul.
“Las líneas, la lluvia, por fin” pensé, la lluvia.
Y en la habitación se hizo la penumbra.
Del libro Cuando el arco está tensado de
Rosmarí Torrens
Publicado en la revista La Náusea
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