Llueve sobre mi pueblo
después de los agobiantes
días de calor
de este verano intenso.
La lluvia trae la bendición
a las plantas
atormentadas por el sol
y parecen que bailan
al son de las primeras
gotas de agua.
La tarde va cayendo grisácea
sobre el campo mudo que espera
la época de la siembra.
Y los árboles, pinos gigantes
parecen sonreír pidiendo
un poco de viento.
El sauce llora alegre
por la chispeante llovizna
sus ramas se inclinan tranquilas
movidas por la fresca brisa.
Los álamos desafiando al cielo
solicitan rayos y truenos
pero solo una tenue lluvia
los hará quedarse inertes.
El roble de gran porte
mece sus ramas blandas
desparramando sus hojas
por la tierra apenas mojada.
El sol ya oculto
tras las nubes espesas
deja pasar al crepúsculo
que oscuro se hará de noche
sin luna, ni estrellas
que la alumbren.
Diana Chedel -Argentina-
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