Cuando el cielo se incendia
con la sangre del sol moribundo.
-José Ortega y Gasset.
Irremediablemente todos los días
la Tierra abre su boca
de manera solemne y silenciosa
para tragarse al sol
que avanza como un reo
inevitable y mustio
hacia la combustión de unos labios
[y echa en saco roto su adiós en el abismo]
para dejarnos la ceniza incorpórea
su hojarasca y sus huesos
su primigenia habla
apenas el espectro abra la bóveda
y brote encima del nimbo
su cárdena postilla.
Rafael Bordao. New. York
Publicado en la revista Oriflama 20
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