Por:
Leonora Acuña de Marmolejo. U.S.A
De todo lo escrito, amo solamente lo que el hombre escribió con su propia sangre. Escribe con sangre y aprenderás que la sangre es espíritu. –Federico Nietzsche
Así con su sangre andaluza de esencia filántrópica, el esclarecido poeta malagueño Carlos Benítez Villodres ha escrito este acrisolado poemario de décimas o espinelas (llamadas también malaras, nombre que según últimos estudios proviene de su ejecutor Juan de Mal Lara). Según las notas de introducción del autor: “Las décimas o espinelas contenidas en este libro fueron escritas durante los años 2008, 2009 y 2010. Dichas décimas, exceptuando algunas de ellas, son estrofas independientes, como puede comprobar el lector, que siguen el orden cronológico en el que fueron creadas. La inmensa mayoría de estas décimas se publicó, en los años ya mencionados, en revistas y periódicos tanto españoles como extranjeros, así como en Internet.”
Como en toda su obra literaria, en estos poemas subyace su ideal por un mundo mejor en donde imperen la justicia, el amor, la libertad, y la paz. De allí que su voz llega a tornarse en denuncia un tanto increpante y en angustiosa deprecación en busca de un cambio más humano entre los pueblos. Así clama por ejemplo en su poema Libertad para la mujer (pág. 17) en donde inquiere valiente: “Qué hacen jueces y gobierno / ante el odio a las mujeres / que a mano de luciferes / pierden vida y ser materno?” Y más adelante insta a las mujeres a denunciar los desmanes que se cometen contra ellas: “Divulgad cualquier herida / que surja en vuestra azucena / causada por esa hiena / negra por endemoniada, / que sobrevive a la nada / por sevir a la cadena.”
Su verso intenso, valiente y audaz, desborda vibrante deplorando profundamente las injusticias ocasionadas por los intereses creados de ciertos miembros de la sociedad, proceder que va en perjuicio de otros. Así Benítez Villodres, abogando por justicia y en su noble afán por el mejoramiento de la humanidad, vierte en su obra algunos poemas de tinte político y franco, como por ejemplo en Trepadores (pág. 21) en donde expone lo siguiente: “Hablan políticos y economistas, / con suma confusión e hipocrecía, / sobre el desastre de una economía / que sólo beneficia a prestamistas. /Aumentan los caciques egoístas / al calor de su apego a ese dinero /que nunca es generoso y justiciero, / sino un puntal para escalar deprisa, / por gente subterránea y sumisa, / a cotas donde vive el embustero.” Y en su Décima o espinela (II) (pág. 24), sencillamente sincero y honesto, y satisfecho con la talentosa y honrosa andadura de su quehacer lírico de proyecciones filantrópicas, reconoce: “Llevo en mi alma esos racimos / de versos siempre fecundos, / donde palpitan mis mundos / limpios de herrumbres y limos. / En ellos no habitan mimos / ni paraísos pedantes / sino luz de caminantes / que me alumbra las estelas / para crear espinelas / “con la glorias de Cervantes”.
Con el característico y altruísta sueño de los poetas por un mundo mejor, en su poema Hacia la utopía (pág. 31), expresa su sentir así: “Con mi amor y rebeldía / como Cervantes combato / sobre este mundo insensato / que no encuentra la alegría /Cabalgo hacia la utopía/ con mi lealtad sin caretas/ (…) y grito a las sociedades: “¡somos dioses los poetas!”.
En su compasivo “yo interior”, ansiedades e inquietudes palpitantes estrujan las fibras más íntimas de su ser que se estremece acongojado, cuando se hace presente la indiferencia de sus semejantes ante los desprotegidos. Es entonces cuando el sentido de humanidad afluye en Benítez Villodres, como el desborde de un río. Así lo observamos en su poema Vivir indignamente (pág. 33) en donde en tono doliente dice: […] “Por la plazuela alguien pasa / en silencio, indiferente / a la vida de la gente, / al mundo que a nadie abriga. / Es un destino. Una espiga / que pervive duramente”.
Con el profundo deseo de hacer realidad su noble ideal de que sus semejantes alcancen el peldaño más alto en el plano de conciencia cósmica del ser humano -que en su andadura espiritual trasciende a la muerte-, en tono fraternal implora solidaridad. Esto se hace transparente en su poema En la cumbre (pág.40), en donde en tono deprecante y filosófico, desgrana estos versos: “Dame, viajero la mano / para subir a la cumbre / […] Allá hasta el río es hermano / de todo lo que es creado / para aumentar el legado / del hombre cuyo misterio, / no acaba en el cementerio”.
En su espinela Grito (pág. 41) siguiendo las enseñanzas de Jesucristo quien llamó a comprensión, unidad, amor, y perdón, nos dice: “ Grito solidaridad, / alegría, comprensión, / miel, luz para la razón, / paz, sonrisa, libertad. / Grito diálogo, bondad, / fraternidad sin secretos / […] puentes, unidad
vital…”
Con perfil crístico también, y exultante, termina esta espinela de sabor místico que nos habla de la bondad en Amor divino (pág. 46) cuando se expresa así: “Uno tras otro, los años / marchan sobre este planeta, / dejando en cada violeta /deleites y desengaños. / Aunque abunden más los daños, / ella
labra su destino / con pericia de marino / que vence a la tempestad, / si sabe que en la bondad / “siempre el amor es divino”.
Como buen andaluz que así lo es, en los adentros de su fuerte alma varonil, abriga una gran ternura romántica, como lo podemos captar en su décima de sabor agreste Amanecer (pág. 52) en donde nos dice: “Nace el alba tras la augusta / cabeza de la arboleda, / mientras va por la vereda / la muchacha que me gusta. / Todo el paisaje se ajusta, / con suma vitalidad, / a la palabra humildad / que se ondula sin fatiga / bajo un cielo que le abriga / con sones de libertad”.
Buceando más adelante en los mares de su talentoso lirismo, vemos que en su precioso poema Cuatro velas encendidas (pág. 64) perfila sus ideales existenciales de dejar una huella luminosa y ejemplar, y con parámetros de sabiduría oriental nos dice: “Dejaré sobre este mundo, / con sangre de mis heridas, / cuatro velas encendidas / para alumbrar lo fecundo. / Mañana…, otro vagabundo, / todo valor y pujanza, / continuará mi labranza, / sembrando con diligencia, / lo mejor de su existencia: / fe, paz, amor y esperanza”.
“Honrar honra” dijo sabiamente el glorioso apóstol cubano José Martí. Y esto es lo que precisamente hace Benítez Villodres al hacer reconocimiento al excelso literato portugués en su espinela laudatoria titulada A José Saramago. In memoriam (pág. 73): “Por siempre serás monarca / de la gran Literatura, / la que sólo da ventura / a quien navega en su barca. / Dejaste en ella la marca / del escritor consagrado, / y tu fecundo legado / aportará al caminante / el sol más estimulante / para su propio alumbrado”.
Siendo la impronta de su obra la conjugación del amor, la justicia, la libertad, y la paz, Benítez Villodres se identifica con los más brillantes bardos cuyas vidas han comulgado también con estos mismos ideales, como Federico García Lorca. Asi lo dice en sus cuatro décimas con las que rinde reconocimiento y homenaje al padre de este, en sus Décimas en memoria de Federico García Rodríguez, padre de Federico García Lorca. (págs. 74-76).
En la espinela 3 Vega de Granada expresa estos sentimientos así: “Sobre esta tierra feraz, / sembrada de manantiales / y deseos e ideales, / vivió un hombre sin disfraz. / Luchó a favor de la paz, / con tesón y valentía, / y fue toda su alegría / aquel hijo, sol de amor, que le dio vida y calor / al mundo de la poesía”.
La expresión poética de Benítez Villodres es admirable e inconfundible, por clara, sencilla, abierta y vertical, y por consiguiente comprensible, corroborando las palabras del apóstol San Pablo: “[…] si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí”. (1 Co. 14:7-11).
Así en el poema Lo que no tuve ayer (pág. 76) pone de relieve el poder mágico, trascendente y sagrado de la palabra con estos versos: “ Con las palabras camino / por este mundo inhumano / para tenderle mi mano / a la rosa y al espino. / Así, moldeo el destino / de mi amor y su poder, / fortalecido al nacer / por la más pura alegría, / la que me da cada día / “lo que yo no tuve ayer”. Con esta bella espinela, nuestro brillante poeta Carlos Benítez Villodres, cierra su poemario en donde ha desnudado su alma poética y nos ha mostrado la brillante estela de su andadura ¡Por los derroteros de la LUZ !
Tras de adentrarme deleitosamente en las páginas de este maravilloso libro, tomándole el pulso a la inspiración con la cual el autor nos hace partícipes de su gloria a quienes estamos felizmente amalgamados por el idioma cervantino, insto a los lectores a disfrutar de su noble y encomiable contenido.
Para este laureado poeta de talla universal y maestro de la Gaya Ciencia, que ha sabido percibir y disfrutar de la fragancia y sedeña belleza de las rosas sobrepasando el dolor de las espinas, repitamos con Khalil Gibrán: “Poeta: examina tu corona de espinas. En ella encontrarás oculta una corona de laurel
en ciernes.”
Publicado en la revista Oriflama 20
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