El chip pitó. La tercera vez en dos días.
El inspector Dyck se llevó la mano a la frente dolorida maldiciendo por enésima vez, a los fabricantes de implantes neuronales defectuosos, ávidos de dinero, y al borrachín de su padre por decidir marcar en su partida de nacimiento, la casilla de policía.
Mientras subía a la vieja nave su malhumor iba en aumento. Estaban fallando los correctores de conducta y la delincuencia en Solaria se disparaba de manera alarmante.
—Bienvenido una vez más, agente Dyck, ¿A Solaria?—preguntó, el Navegador.
—Sí, a Solaria, a Solaria —masculló
—. ¡Ojala pudiera borrar del espacio ese maldito planeta!
El salto fue breve, pero como se trataba de un modelo de nave antiguo, el estómago se le revolvió recordándole que cometió un error al no acudir a trabajar en ayunas.
Nada más aterrizar se le visualizó: Crimen nivel 10 - intento de sabotaje de la cúpula protectora. Averiguar quién desea destruirla y desconectarlo de inmediato.
El inspector Dyck sintió algo parecido a un orgasmo múltiple al imaginarse al maldito planeta al que estaba asignado de por vida, envuelto en una bola de fuego.
— ¡Regresamos!—ordenó a la nave.
Natalia Viana Nebot (España)
Publicado en la revista digital Minatura 121
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