La tarde está enloquecida. Las calles solitarias. Las gentes hipnotizadas ante las pantallas, consumen cerveza y fútbol.
Excepto la mujer que llega con un paraguas cerrado a ese pequeño parque.
Elije la banca con más sombra y se sienta. Él no tarda y se aparece. Se ubica en el otro extremo y se quita el sombrero.
Ella inicia el diálogo y él responde con un recitativo enjundioso.
Crece el recital y se acalora la escena.
Los pájaros huyen.
Los gritos de los fanáticos subrayan cada intervención de los concertistas.
Con la llegada de las sombras decrece el ritmo entre uno y otro reclamo y de todo esto brota un mar de interpretaciones.
Ya extenuados, la cadencia los lleva a tomarse de las manos.
Se levantan y salen por el foro, en medio del júbilo de la afición.
La fuente del asunto ha quedado en el verde recipiente del solitario parque.
Los pájaros regresan. Ambos se han quitado un peso de encima.
Abandonados quedan en la banca, un sombrero y un paraguas.
Jaime Arturo Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario