En las noches de sueños, que aún las sienes golpean,
recordando el momento de lujuria. Vivimos
aquel tiempo que hayamos, y el amor que pusimos,
con sueños de alborada los amores se recrean.
Acariciaba tu cuerpo, por senda del desatino,
de tu nuca a tus pies, el vello firme erecto
sin control te excitabas, era el sentir correcto,
en las tranquilas sombras negras como el endrino.
Tú, más acelerada, dabas paso a tus besos,
que ejercían tus labios. Sangrantes por el deseo
de acogerse en mis manos, tus pechos que en mi poseo,
de juveniles formas, tersos, y ellos conversos.
Tu cintura un disloque, cual delgada es la rosa,
como un valle florido recreando la hermosura,
explosionando amor, despacio y con ternura,
me detuve en tus piernas de actitud tan hermosa.
Tu cuerpo se estremecía, y amando con premura,
halagaba esa flor que vibraba amorosa
por poseer el amor, de mí, toda dulzura.
Cuando llegó el alba, te encontrabas dichosa,
laxados ya los cuerpos, sin la anterior bravura,
y suave de placer volviste a ser deseosa.
Roberto J. Martín González
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