viernes, 28 de abril de 2017

XXIX


Tiembla la fiebre.
La espuma y la sal barriendo
hacia mi cama.
La maldición que soporto
despojándome de la tierra,
o es la tierra que llama a mis huesos.
La llama se extingue como un rosario
enjuto de hiel.
Sabroso opio,
óbito entre mis pobres manos
que ahuyentan la macabra oligarquía.
Estoy... estoy aquí. Aquí...
¡Solo aquí!
Recordándote, o matando esta
soberbia dolorosa como un párpado
en lágrima viva.
¡Ah, mis lágrimas no atienden!
A la súplica, al idilio, al fin que se ha aproximado
en este invierno angosto, superfluo
que una, otra... otra vez de nuevo
me mata como un fusil,
como amante barato
en la soledad de las damas,
en la soledad de un tablero maléfico
de cuento constante.
Malsana codicia.

Isabel Rezmo

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