sábado, 29 de abril de 2017

NO SON CUENTOS PARA NIÑOS


            Calabazas en el trastero, Que viene el coco, es otra antología de la colección del mismo título, y mantiene un nivel, como mínimo, igual de exigente a las otras entregas. Trece autores nos reconcilian con la literatura en esta obra.

            Tras un excelente y divertido prólogo de Javier Trescuadras comenzamos con Esa puerta roja, de Marc Sabaté Clos, donde el protagonista rememora un ominoso pasado e intenta huir de él en un presente que se nos antoja menos feliz de lo que piensa. El fondo del saco, de Enrique Cordobés, es una aventurada inmersión en la temática planteada en la antología, con unas mimbres originalísimas y muy bien trabajadas que enganchan sin paliativos al lector. En Asustapadres, Daniel Garrido Castro nos trae una escalofriante paradoja sobre la educación de los hijos y la sociedad actual, en la que el coco se disfraza de muchas amenazas.

            Ruidos en el armario, de Rubén G. Collantes, cambia el rol del protagonista, que reflexiona continuamente sobre sus circunstancias, los miedos, el pasado que pende sobre el presente de manera aterradora, y termina con un final sorprendente por inesperado. Héctor Gómez Herrero trabaja con delicadeza su historia, Dientes de leche, a mitad del género del terror y del fantástico, heredero de grandes autores no defrauda su lectura directa y entretenida. En El cocodrilo asomó la cabeza, Gema del Prado Marugán y Miguel Martín Cruz nos traen de nuevo a su detective, Solo, metido de lleno en una historia de monstruos de difícil solución, siempre perfectos en la narración.

            Dura como pocas, la historia de La sed inagotable, de Ricardo Cortés Pape es para recordar y releer siempre que se tenga oportunidad, porque su protagonista lo llena todo con sus palabras y sus actos. José Luis Alonso en su La conjura de los monstruos, mezcla religión, tradición y exorcismos en un crisol del que brota un relato espléndido, difícil de mejorar. Jack R. Espanto, de Enrique Luque de Gregorio, es una divertida parodia de las historias de terror, contada con gracia, sin florituras ni aspavientos, pero con una soltura digna de las mejores plumas.

            Hay algo en el armario, de Curro Esteves, juega con lo que hay al otro lado, tras la puerta de nuestros horrores, con reminiscencias claras de Monstruos S.A. la historia se recrea en los detalles, con un final demoledor y, casi, poético. Juan Ángel Laguna Edroso relata en La del marginado, la típica historia de adolescentes con ganas de juerga y problemas, pero es solo un engaño al lector, que se ve sorprendido por un inesperado giro en los acontecimientos.

La picadora de carne, de Martín Salegui, es un inquietante relato desarrollado en un orfanato, con unas pistas que nos llevan hacia conclusiones equivocadas ¿o no?, que el lector habrá de discernir una vez acabe su lectura. Por último, Crozet, de Eduardo Delgado Zahino, impacta por sus definidos personajes, su historia tejida de atisbos y sospechas, y su final, con una impronta entre apocalíptica y optimista.

Buena antología, con una temática poco usual en el género, con autores y autoras que marcan el ritmo narrativo con prosa trabajada y sin florituras innecesarias.

FRANCISCO JOSÉ SEGOVIA RAMOS -Granada-

No hay comentarios:

Publicar un comentario